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Bolonia: cuando el hacer se impone al saber

El Plan Bolonia ha unido a estudiantes y profesores en una lucha sobre la ineficacia del sistema, los principales puntos del programa no se han llevado a cabo como deberían y el conocimiento se ha rendido ante la tecnología.

España es adicta a las reformas educativas, unas reformas que siempre afronta de la misma manera: con objetivos anglosajones pero con recursos africanos. Al mismo tiempo que una nueva Reforma planea sobre la cabeza de los miles de jóvenes que aspiran a acceder a la Universidad; a la calle llegan las primeras oleadas de graduados mediante el Plan Bolonia. Una generación que pasa tantas horas en clase que tener una vida laboral o social parece imposible. La Generación Bolonia vive o convive con carreras diseñadas para encajar en un espacio europeo supuestamente ideal, pero que lo único que parece haber conseguido es el descontento de la comunidad educativa.

El Plan fue implantado en el año 2010 como un proyecto para la adaptación y unificación de criterios educativos en todos los centros europeos. Una carrera media pasaba a convertirse en un grado con una duración de 4 años, sustituyendo a las diplomaturas y licenciaturas. También se aprobaba el sistema de créditos, conocido como ECTS (European Credit Transfer Sistem), en el que cada crédito equivale a entre 25-30 horas de aprendizaje. Pero si por algo se caracteriza este plan, es por el protagonismo que toma el estudiante al que se le requiere un esfuerzo mayor, con una evaluación continua y una asistencia a clase constante.

La implantación de la clases presenciales obligatorias ha sido causa de bastantes quejas por parte de los estudiantes que consideran que esta medida no ofrece la posibilidad de trabajar al mismo tiempo. El alumnado se ve, en muchas ocasiones, en la tesitura de tener que elegir entre estudiar o trabajar, opción a la que tampoco ayuda la subida de las tasas universitarias, que ha propiciado el abandono de los estudios no obligatorios por parte de muchos.

La decadencia del Plan va saliendo a la luz 4 años después de su implantación. “Cuando llega Bolonia creíamos que se iba a desarrollar de otra forma, creíamos que la comunidad universitaria iba a poder participar en su desarrollo. Pero se convirtió en una imposición llana y simple”, asegura Nicolás Xamardo, profesor titular en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación en la Universidad del País Vasco. La nula participación de los docentes en la planificación del nuevo modelo educativo acaba convirtiéndose en un problema, puesto que el Plan termina siendo una imposición más que un consenso en relación a algo tan importante como resulta ser la educación.

“Esta reforma universitaria está directamente vinculada a los intereses de las grandes empresas multinacionales. Es una imposición de Europa que a su vez viene sugerida de Estados Unidos. Lo único que buscan es convertir la Universidad en escuelas de formación, quieren vaciar las aulas de contenidos y hacerlas prácticas, dependientes de las nuevas tecnologías”, apunta Xamardo, quejas que se hacen extensibles al alumnado.

“Las clases prácticas se han convertido en horas frente a un ordenador y en las teóricas, a veces, hay tanta gente que es imposible participar”, Aida Suárez ,alumna de Estudios Ingleses en la Universidad de Oviedo, hace suyo el lamento de muchos otros universitarios que ven en la masificación de las aulas su principal problema y es que el seguimiento individualizado que se prometió con el Plan Bolonia se lleva a cabo en contadas ocasiones. Esta misma semana se conocía un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid que afirmaba que los propios estudiantes universitarios saben más de Los Simpsons que de sus propios derechos.

El sistema inglés

Clases presenciales, mayor protagonismo e implicación por parte del alumnado y unificación de conceptos en el continente, esto es lo que ofrece Bolonia. El debate está servido en los dos primeros puntos pero, ¿es cierta esa unión de los criterios educativos en Europa?

“Los sistemas europeos difieren mucho entre sí y los conceptos no siempre pueden ser los mismo”, asegura Suárez que se encuentra este año de Erasmus en Coventry. “El sistema universitario inglés no tiene nada que ver con el español. Obviamente, las obras de Shakespeare se estudian de igual modo, pero la implantación de Bolonia es diferente. La principal diferencia es el número de horas de clase: aquí, es muy difícil que un estudiante tenga más de 9 horas a la semana, el resto del tiempo debes trabajar por tu cuenta”.

En el año 2008 fueron miles los jóvenes españoles y europeos que se manifestaban contra la adaptación de las titulaciones universitarias, el comúnmente conocido como Plan Bolonia; seis años y una promoción después, tanto alumnos como docentes siguen en desacuerdo con esta medida. La convergencia que partía como principal objetivo del Plan no se ha llevado a cabo, las subidas de las tasas universitarias cada vez son mayores, los conceptos menores y el acceso a la Universidad distinto. En definitiva, Bolonia todo lo cambió para que todo siguiera igual.