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Pantalones deshilachados

Un millón de lugares en el mundo y has tenido la suerte de nacer allí. Y sí, digo bien: suerte. Porque es de tu origen del que debes sentirte orgulloso y porque tú no tienes la culpa de lo que allí ocurre. Porque hubo tiempos que sin duda fueron mejores, eso lo ves reflejado en la mirada de tus padres que esperan con el plato encima de la mesa a que todos sus hijos se reúnan para comer. Hoy no falta nadie y es motivo de alegría, incluso para los que visten cordones sin zapatos. Un gran estruendo rompe la calma inquieta, todos se tensan, todos, excepto tú que no conoces la paz. Y entonces, son ellos, los mayores, quienes deciden que se acabó, que os merecéis algo mejor y que os van a hacer entender lo que significa vencer.

Y aunque quizá no hemos ganado la partida, el cartón dejará de ser vuestro cojín. No hay enseres que recoger solo la prisa en la maleta. El viaje será tu aventura más dura: segundos, minutos, horas, días, semanas, meses… lleváis demasiado tiempo en tierra de nadie. En tierra de nadie, no. En tierra de muchos pero nunca para vosotros. Y solo las olas del mar celebran que tu llegada a España haya sido en barco. Tan pequeño y refugiado.

Y buscasteis un futuro en pantalones deshilachados. Futuro, esa es una de las primeras palabras que aprenderás a decir, desde hace un tiempo acá la escuchas a todas horas y ves que le gente es feliz cuando la pronuncia.

Desde luego, esta no es mi historia ni la de nadie que conozca. Pero que yo no pueda ponerle nombre no significa que no lo tenga: se llama realidad, y en ella miles de niños pequeños y mayores luchan porque su nacimiento no sea su sentencia.